LA RELACIÓN DEL HOMBRE CON SU ENTORNO
Siguiendo el estudio disciplinar propuesto por Novo (1988) la relación entre el medio y el hombre puede abordarse desde las siguientes perspectivas:
a) La perspectiva antropológica: esta disciplina, al estudiar la raza humana desde sus
orígenes revela la importancia que han tenido los cambios ambientales en el
proceso de hominización y diferenciación de los caracteres de nuestra especie.
Por otra parte, el proceso evolutivo posterior de los homínidos, en un doble
proceso de adaptación eficiente al medio y de modificación del mismo con útiles
y herramientas muestra las influencias recíprocas del medio con el hombre y del
hombre con el medio.
b) La perspectiva psicológica: muestra como el ambiente “percibido” por cada sujeto
no tiene una correspondencia absoluta con el ambiente “real”, proporcionando un
instrumento útil para enriquecer los intentos reduccionistas de definir el ambiente
como “algo” que existe en sí mismo y objetivar la magnitud y calidad de las
interacciones hombre-medio. El hombre es el único animal que sometido a las
imposiciones del ambiente “negocia” con él, modificándolo, adaptándolo y
realizando un medio humano, cultural y tecnológico propio. El medio ambiente
actúa de forma distinta sobre uno u otro individuo, determinando conductas
diferentes.
c) La perspectiva sociológica: las relaciones del hombre con su entorno se analizan
a partir del concepto de población como unidad de estudio, prescindiendo de la
valoración de los comportamientos individuales. El “ecosistema social” está
constituido por un conjunto de variables con interdependencia funcional (medio
ambiente, población, organización social y tecnología) y se entiende como un
sistema abierto, en equilibrio inestable, que está sujeto a constantes procesos
de cambio y regulación. La ecología humana es un instrumento teórico necesario
para el análisis de la realidad social desde una perspectiva ecológica.
d) La perspectiva histórica: el análisis histórico permite al investigador abordar
las cuestiones ambientales dentro de un amplio marco de relaciones
espacio-temporales en el que la dialéctica hombre-medio se constituye en factor
explicativo de los acontecimientos del pasado a la vez que viene condicionada
por ellos.
e) La perspectiva ético-filosófica: en nuestra cultura, la tradición judeo-cristiana
impregnó de un fuerte antropocentrismo la concepción del mundo. Hoy, las
corrientes filosóficas inquietas por el uso que el hombre va haciendo de los
recursos dejan a un lado el paradigma de hombre dominador, enfrentado a la
naturaleza, dando paso al hombre nuevo, integrado en los circuitos naturales,
como miembro de la naturaleza.
Sólo desde cambios profundos de carácter
ético-filosófico pueden reorientar las conductas humanas hacia conductas más
acordes con la conservación del planeta.
f) La perspectiva político-económica: el impacto ambiental de la misma dependerá de si han
primado en su planteamiento unos criterios coste/beneficio a corto plazo o se
han contemplado los objetivos dentro del contexto de las necesidades sociales y
los límites de los recursos. La pérdida de esta primacía en lo político sobre
lo económico explica el frecuente desdibujamiento de la diferencia entre
gestión de recursos de gobiernos de diferente ideología, a pesar de que
deberían conferir un papel radicalmente distinto al medio ambiente como fuente
de recursos e “interlocutor” de la acción humana.
g) La perspectiva de la salud: el recurso a la perspectiva sanitaria enriquece la
visión global de los problemas ambientales: disciplinas como
h) Perspectiva jurídica: se puede considerar en un doble sentido: por una lado, las leyes
configuran sistemas de relaciones que determinan formas concretas de uso y
reparto de los recursos y por otro, son un importantísimo instrumento para
regular el uso correcto de los recursos y expresan las posibilidades de
utilización de los bienes comunes y privados si dicho uso afecta a la
comunidad.
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